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El otro día leía las primeras páginas del libro »En la tierra somos fugazmente grandiosos», y antes que nada que conste que lo adquirí en la librería por el simple título que se aloja en su lomo una tarde depresiva de domingo en Madrid y no por la recomendación de la famosa cantante barcelonesa pese a las risitas de uno y de otro.
Así que yo misma me preguntaba si sería capaz de escribirle una carta a mi madre o de despedirla cuando fuese el caso. Me aterroriza la idea de quedarme plenamente huérfana. Pero también me preguntaba si ella sería capaz de despedirse de nosotros, ya que había pasado del extremo de medio pasar de nuestra existencia a estar constantemente encima con alguna que otra amenaza de desheredamiento si nos mudábamos fuera del continente europeo. También me preguntaba si uno realmente está preparado para decirle adiós a alguien con este tipo de vínculo y que probablemente sea el tiempo quién te prepare ese adiós en bandeja de plata. Tal y como nos dice Milena en su libro más apesadumbrado y melancólico. No sería capaz de volver a leer ese libro pero lo guardé como un tesorito entre mis libros dónde refleja una milésima parte del gran dolor que siento, de vez en cuando, hacia la mera existencia de la vida.
Mientras tanto, seguía preguntándome si me estancia en Madrid sería infinita o si algún extranjero encantador conseguiría enamorarme y sacarme del país a otro continente divertido y repleto de aventuras pese al eterno reproche de la señora madre. Lo único que tenía claro (y sigo teniendo) es que quería pasar mis últimos años cerca del mar, quejándome de mis hijos, malcriando a mis nietos, dándome la mano con mi marido, echándole de menos si no está y susurrando sobre la vida a mis padres entre las grandes, agitadas y tranquilas olas que provoca el oleaje.
Pero al mismo tiempo, seguía preguntándome si conseguiría crear en Madrid mi hogar, y tal y como charlábamos los amigos el otro día; y en qué momento realmente la casa de tus padres deja de ser realmente tu casa, tu espacio seguro y quizás tu nueva casa con mucha dedicación y cariño acaba convirtiéndose en tu hogar.
O quizás el hogar me encuentre a mí al encontrarte con esa mezcla de delicadeza, paz, inteligencia, ferocidad y alegría.
06.06.23
CYT